martes, 8 de noviembre de 2011

Rosalinda no era su nombre

Hace ya una semana que trajimos a nuestra nueva burrita. Se trata de un regalo que nos ha hecho un vecino de Mecerreyes, (que por cierto tiene un mesón en el que se come de maravilla, una carne de primera a un precio increíble). La burrita tiene un año y le entendimos que se llamaba Rosalinda. En nuestra última conversación se refería a la burrita como Paulita. 
- ¿Paulita? 
- Sí, la burra, le pusimos ese nombre porque ese mismo día nació una niña que conocemos a la que llamaron Paula y por eso le pusimos Paulita.

El nombre de Rosalinda, al principio no nos decía nada pero ahora nos gusta porque le pega, es linda.
Rosalinda es pequeña, de pelo corto, brillante y suave; tan suave por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro. La dejo suelta y se va al prado y acaricia tibiamente, rozándolas apenas,las florecillas rosas, celestes y gualdas. La llamo dulcemente: ¿Platero? (Ay, perdón: ¿Rosalinda?, y viene a mí con un trotecillo alegre, que parece que se ríe en no sé qué cascabeleo ideal... 

Esto en nuestro caso es pura ficción (bueno, y en el caso de Platero). Si dejamos a Rosalinda o a Virutas sueltos en la parcela sí, efectivamente se acercan a las "florecillas" pero es visto y no visto, las florecillas se esfuman, desaparecen, las siegan! Y cuando les llamamos dulcemente, rebuznan y siguen comiendo. Pero, a pesar de la terquedad de ambos, os diré que son enternecedores. Se llevan fenomenal. Están todo el día juntos, se acarician, se rozan los lomos y juntan sus morros.

También trastean juntos. Mientras uno abre la llave del grifo del establo, el  otro libera a las gallinas y ambos se comen el pienso de éstas. Que pillines!! La ventaja, que con tanta agua tenemos el establo como una patena!









No hay comentarios:

Publicar un comentario